José Luis Villar Ferrero –«Pepín» para sus familiares, «Pepelú», para su familia libertaria y para quienes le conocimos en la CNT-AIT–, nos ha dejado. Se ha ido de repente, dejando en el aire conversaciones y encuentros que se vieron truncados por una pandemia que aún respetaba y que supo esquivar.
Nacido en Melgar de Tera (Zamora) el 26 de enero de 1948, tenía un don de gentes inigualable. Hijo de una familia trabajadora llegada a Barcelona en la década de los 60 que supo sacar adelante a seis hermanos –él era el tercero–, cursó dos carreras, magisterio y posteriormente abogacía.
Era muy sociable y precisamente por ese don era tan querido. Entre sus principales virtudes destacaban su sensibilidad, su empatía, su carácter afable, su buen humor y, sin lugar a dudas, una constancia que fue la que le llevó a finalizar sus carreras universitarias. Aunque nunca ejerció la docencia, sí que montó un gabinete jurídico junto a un compañero de estudios, después de trabajar varios años en una empresa farmacológica para pagarse ambas graduaciones. Tras abandonar la abogacía, siempre se ofrecía a asesorar a cuantos le consultábamos. Fue a partir de ese momento cuando se dedicó a la investigación, dedicando gran parte de su tiempo a desempolvar expedientes en numerosos archivos de las ciudades que tuvo que visitar. Esa labor ha contribuido a limpiar la imagen que los detractores de las Oficinas Jurídicas, creadas en 1936, en los primeros compases de la guerra. Así, con minúsculas y privada del apellido «civil» con el que suele acompañarse, pues también para él fue sólo el inicio del conflicto bélico mundial que vino a continuación. Dicho estudio le llevó a doctorarse en Derecho Histórico y posteriormente a publicar «Las Oficinas Jurídicas de Catalunya. Justicia durante la guerra (agosto-noviembre de 1936)», editado en 2016. Asimismo, fruto de esos años de investigación deja acabado y pendiente de publicación otro del que quienes le teníamos en gran estima nos confabularemos para que sea publicado lo antes posible.
Pepelú siempre fue un luchador. En la década de los setenta frecuentó distintos ateneos libertarios, principalmente el de La Torrasa (Hospitalet) y estuvo afiliado numerosos años a la CNT de esa ciudad. Sin embargo, su lucha no fue sólo social, también supo luchar contra las adversidades que la vida le fue deparando, sobreponiéndose a todas cuanto pudo con entereza. Durante décadas convivió con las provocadas por un cáncer del que consiguió salir airoso. Aún recuerdo el talante serio –raro en él– con el que nos lo anunció, en plenas Ramblas, a un grupo de compañeros después de salir de una cena y las anécdotas acerca de su estancia en un hospital donde le iban a visitar «punkies» a los que había defendido y colegas de la abogacía, cada cual con su indumentaria y para extrañeza del personal sanitario. Tal era su ironía que previamente a esa operación, sabedor de que le iba a operar un cirujano militar, le comentó con una sonrisa: «Yo soy anarquista». Este tipo de pinceladas eran su tarjeta de presentación para ganarse enseguida la simpatía de quienes no conocía.
Parte de ese grupo de amigos a quien nos anunció aquella enfermedad hemos tenido la oportunidad de despedirle en un hospital de la sanidad pública a la que tanto defendía y ensalzaba, el de Bellvitge. Acudimos para darle un último adiós, aunque ya estuviera inconsciente. En los momentos duros de la pandemia un maldito ictus le tumbó, llevaba tiempo reponiéndose a él con tenacidad y prácticamente no le quedaban secuelas del mismo. Sin embargo, por sorpresa, cuando aún nos quedaba tanto por compartir, volvió a sorprenderle, dejándolo finalmente en un estado de inconsciencia irremediable del que ya no pudo recuperarse.
La marcha de Pepelú, que nos ha dejado el 12 de enero de 2023, aunque no tuvo hijos, deja huérfanos a muchos. Entre ellos a quien firma estas líneas, pues sus consejos y amistad nos llevaron a cultivar un parentesco propio de cualquier vínculo familiar.
Gracias por enseñarme tanto. Que las aguas del río Tera, donde pasaste tu niñez y donde descansa tu padre, sepan arroparte como lo haríamos quienes aún te queremos y tenemos presente.
Pako Millán López